miércoles, 29 de mayo de 2013

Educación con información

La mejor educación transita por una buena información. Esta afirmación es una realidad en todos los ámbitos de la vida, y lo es también en la realidad de nuestra sociedad. La falta de información sobre sexualidad, ha traído consecuencias negativas en lo que respecta a la salud pública, por la transmisión de enfermedades y por embarazos no deseados, encontrando su mayor impacto en la población adolescente.
Las madres adolescentes se exponen a embarazos de alto riesgo, y son mayores las posibilidades de padecer alteraciones en la salud como son, anemia, hipertensión, infecciones y hemorragias; esto, sin dejar de lado las complicaciones a nivel psicológico que conlleva un embarazo no planificado. Además, sus bebés tienen una alta probabilidad de nacer con bajo peso, prematuros o con malformaciones.
Son preocupantes las cifras que reporta el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC)  en el año 2012, donde refiere que trece mil seiscientos setenta y dos adolescentes, de quince a diecinueve años, y quinientas veintidós niñas menores de quince años, resultaron embarazadas. Es decir, aproximadamente catorce mil mujeres en su etapa temprana de formación física y mental, alteraron su estilo de vida, para hacerse cargo de un menor, cuando lo más evidente es que no podían hacerse cargo de ellas mismas.
Otro problema adicional, es el hecho de que no siempre el padre de esos embarazos resulta ser un menor de edad, sino que se dan casos en donde son adultos los que se involucran con las menores, y luego no se hacen responsables de las consecuencias.
Como indiqué al inicio, sin la información necesaria difícilmente se pueden tomar buenas decisiones.

Es por esto, que veo con agrado la iniciativa del Ministerio de Educación Pública de implementar la educación sexual en nuestros centros educativos. Si no estamos de acuerdo con los contenidos, debemos contribuir a realizar las observaciones del caso, pero no podemos seguirnos oponiendo a que nuestros jóvenes se involucren de manera precoz, en acciones que tienen consecuencias de un alto calibre en su integridad física y mental.
Considero muy acertado el apoyo del periódico La Nación del pasado 24 de mayo, en donde se indica que, a pesar de que la Sala Constitucional permitió que los padres de familia decidiesen si los estudiantes asistían o no a las clases de sexualidad, se indica que “más del 98% de los colegiales llevan el curso sin objeción alguna de sus padres. De los 217.520 alumnos de sétimo, octavo y noveno, solo 3.807 (1,7%) no participan en el programa”.
La educación sexual también debe promoverse desde el hogar; y es en el seno de la familia en donde debe iniciar esta formación, soportada en los valores que los núcleos familiares tengan.
Sin embargo, las estadísticas sobre embarazos en adolescentes, que es sólo una de las consecuencias de la desinformación sobre educación sexual, nos indican que la labor de formación no se está dando en los hogares, y nuestros jóvenes la están recibiendo en la calle, en donde difícilmente se les dará la formación correcta.
Es necesario que nuestros centros educativos tomen la labor de educarlos y brindarles las herramientas necesarias para su óptimo desarrollo sexual.
Rescato nuevamente el editorial mencionado pues lo comparto plenamente, en donde señala que, abro comillas: “en concreto, los aspectos de salud reproductiva analizados en los cursos no están de más en un país donde 14.000 adolescentes quedan embarazadas por año, con duras consecuencias personales y sociales para ellas y sus hijos. El suministro de información adecuada sobre la sexualidad puede contribuir a enfrentar esa tragedia, que no puede dejar de ser reconocida como real.” Cierro comillas.
Creo que se ha dado un buen paso en la restructuración que nuestro sistema educativo requiere con urgencia. Queda el gran reto de reorientar y reforzar la enseñanza de más carreras tecnológicas y de nuevos idiomas en nuestros escolares, liceístas y universitarios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario