Nos cuesta mucho pensar en grande, nos horroriza sobremanera cualquier cambio en nuestra rutina cotidiana.
“Caña dulce pa´ moler” es nuestro tema, “una milpa, una milpa y buenos bueyes”, junto a la típica casita, nuestra pobre aspiración.
Qué bien nos retrata de cuerpo entero esta bella canción, a casi todos los costarricenses.
¿ El conformismo, la blanca imagen de Costa Rica, su cacareada paz social, sus valores de cristiana y serena convivivencia que la sustentan, serán suficientes para continuar siendo “el país más feliz del mundo”?
O requerimos ya, de un fuerte pellizco que nos despierte de este apacible ensueño.
Continuaremos pateando la bola hacia adelante cada 4 años, con renuncias apaciguantes de funcionarios, para mitigar serias lesiones al erario público, o debemos algún día, cambiar el rumbo de una democracia aletargada y somnolienta, que yace postrada y con gran desánimo colectivo.
La pobreza invariable en el tiempo, la corrupción, la injusticia y la desigualdad, campean a lo largo de la geografía nacional. Vemos así, como en Guanacaste, datos que han surgido de nuevo a propósito de los festejos de la Anexión, “1” de cada “3” guanacastecos vive en la pobreza, al igual que en la zona sur de Puntarenas.
En este 2011, nuestro crecimiento económico como porcentaje del PIB es inferior al de Panamá, y hoy somos el cuarto país en Centroamérica en este rubro. Nos estamos quedando rezagados, y el pueblo adormecido continúa anestesiado, aferrado a una misma dirigencia política que ya cumplió su ciclo, y que persiste en un continuismo sin sentido que ha secuestrado el sentimiento nacional.
Hago un llamado a la ciudadanía, para que en lo más íntimo de su yo interior, medite, recapacite, analice de manera profunda y a conciencia, cuál debe ser el rumbo correcto del país en el futuro cercano.
Es evidente la urgente necesidad de un golpe de timón a la hora de emitir el próximo sufragio, 28 meses de espera deberán servirnos como incentivo para rectificar y madurar, para saber decidir mejor los destinos de la patria.
Costa Rica merece un nuevo derrotero, debemos sacudirnos ese entumecimiento mental y esos encadenamientos políticos históricos, para imprimirle así al país una gran dosis de optimismo, y sea el año 2014 el año del despertar, el año del renacer y de la recuperación, el año para retomar la senda del desarrollo económico y social acelerado que tanto anhelamos.
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