sábado, 9 de marzo de 2013

Por una eficaz lucha contra la pobreza


El pasado 5 marzo de 2013, la prensa reveló que 336 mil personas en el país viven en condiciones de pobreza extrema, y que el Gobierno está lejos de cumplir la meta de dar atención a esta población, tal como fue propuesto en el Plan Nacional de Desarrollo.

El último dato disponible revela que este flagelo afecta  al 21, 6% de los costarricenses.  En total 1 millón ciento cuarenta mil personas son pobres, cifra máxima en la historia del país.   Los costarricenses no ven esperanza en el acceso a vivienda y más bien perciben que la pobreza aumentará. Lamentablemente, este escenario parece ser cada vez más real si observamos las cifras de los programas sociales dirigidos a los más necesitados. En muchos casos se argumenta falta de recursos para atender a esta población, pero si hacemos un seguimiento a la eficiencia de los programas, nos damos cuenta que los recursos existen, pero la falta de planificación y de seguimiento, hace que estos no lleguen a quienes lo requieren.

Estas afirmaciones las sustento en la labor de fiscalización que la Contraloría General de la República viene haciendo a los Programas Sociales Selectivos del Sector de Bienestar Social y Familia, que cobija acciones tan importantes como lo son Avancemos, los bonos para la vivienda, becas para estudiar, entre otros altamente sensibles para la población en extrema pobreza.

Un ejemplo claro del problema de planificación, de la incapacidad de detectar a la población objetivo, y de la ausencia de seguimiento de los recursos que se destinan para estos programas, es precisamente el caso del Fondo Nacional de Becas. Según el informe de la Contraloría  DFOE-SOC-IF-15-2012, durante el 2011, FONABE concedió 216.821 becas entre los diferentes subprogramas, lo que implicó una erogación de 32 mil millones de colones, orientados principalmente a los estudiantes de educación primaria, población que en el 2011 recibió un 77,5% del total de becas otorgadas en ese periodo.

Al 31 de diciembre de 2011, FONABE cerró el periodo presupuestario con 3 mil 400 millones de superávit específico, subejecución que se originó entre otras situaciones, por las limitaciones, a partir de julio de 2011, en la apertura de las cuentas bancarias para los beneficiarios.

La suspensión de 36 mil becas, y otra parte no asignada a nuevos beneficiarios; además de que, las condiciones que regulan el uso de las diferentes fuentes de financiamiento, estableció restricciones que impidieron aplicar parte de los recursos para beneficiar a la población meta según  criterio de vulnerabilidad educativa.

Debo señalar que al 8 de octubre de 2012, la Junta Directiva de FONABE había aprobado 196.745 becas por la suma de 30 mil millones (81% del total programado para la concesión de becas), así como la suspensión de 1.521 becas, equivalente a ¢284 millones. Además, reportó montos sin ejecutar por casi 7 mil millones, que representan un 19% de los recursos presupuestados, y potencialmente 17.810 becas que se pudieron haber asignado; todo un problema serio de gestión.

Estos datos se repiten en muchos de los programas sociales, dirigidos como indiqué a las familias más pobres de nuestro país y de los cuales la Contraloría viene alertando desde hace tiempo. Estas afirmaciones las digo con el sinsabor de prever que, las cifras de pobreza podrían aumentar, y las condiciones de esta población serían cada vez más precarias,   si persistimos  en otorgar el poder a las mismos de siempre, quienes han sido muy activos fijándo metas, pero han quedado debiendo en demasía  el alcance, la concresión y el seguimiento de las mismas.

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